11 de noviembre de 2003

Prólogo

Si carecemos de misericordia,
nos convertimos en amantes de la muerte sucia.


Un hombre debe mirar atrás con el corazón. Un hombre debe mirar dentro de sí. Sin ello no es posible la paz.
Nuestra asociación civil, rotunda y voluntariamente marginada de toda intención o interés partidista, está constituida por un grupo de ciudadanos de nuestro país, hombres y mujeres de conciencias diversas, con convicciones ideológicas distintas y hasta opuestas, que hemos decidido unir nuestras manos para mirar atrás y buscar a nuestros muertos.
En esta localidad donde nacimos algunos de nosotros o nacieron nuestros padres, fueron asesinados, entre 1936 y 1942, nueve hombres, cuatro al comienzo de la guerra y cinco al final. En nuestra web, www.derechosdelosmuertossintumba.com, hemos reunido toda la información existente sobre ellos, sus ideologías y las circunstancias de su muerte, pero en este prólogo renunciamos expresamente a señalar esos datos. Para nosotros, son solo nueve hombres que un día fueron sacados de su casa por otros hombres, armados y desprovistos de razón. Fueron condenados en un cruel y obsceno simulacro de juicio, fueron ejecutados en forma salvaje y vil y fueron abandonados por sus asesinos en el mismo lugar donde habían caído, sin la menor misericordia humana. Nosotros, sus hijos, nosotros, sus nietos, nosotros que los amamos y respetamos entonces y los amamos y respetamos hoy, exigimos, desde nuestra posición humilde pero irrenunciable e inamovible, que se cumpla con ellos el derecho de todo ser humano a una tumba digna, donde sus seres queridos puedan visitarlos y recogerse con ellos. Nuestros nueve familiares asesinados son el símbolo de miles de hombres y mujeres asesinados.
Nuestros nueve familiares, como esos otros miles, nunca merecieron ser arrojados a un agujero como perros rabiosos, pero allí fueron arrojados. Y allí continúan.
Si no hacemos nada, es como si cada día sus asesinos escupiesen impunemente sobre sus restos.